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No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre ermómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae. 

 

Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad.

 

A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover —tarea delicada. Por supuesto, la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte. 

Interpretación de la historia por: Mateo Caicedo Zapata

EL ALMUERZO

INSTITUCION EDUCATIVA ORESTES SINDICCE

-Itagüí-

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Una producción por estudiantes de décimo grado del curso  Español y Literatura

2014 

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